Una verdad universal sobre la vida de pareja

Una verdad universal sobre la vida de pareja

Existe una verdad universal sobre la vida de pareja: toda relación amorosa llega a un punto en el que el entusiasmo y la pasión de los primeros días se desvanecen y las cosas parecen un poco... bueno, aburridas. Adiós a las mariposas en el estómago, adiós a la adrenalina.

Es normal que ocurra y, sería infantil pensar en una relación que nunca cambie y se mantenga siempre con la misma intensidad, ligereza, despreocupación, pasión... los acontecimientos en la vida son muchos y variados y a través de las experiencias crecemos y cambiamos, evolucionamos, sufrimos, maduramos y así también en este sentido, las relaciones que duran mucho tiempo, cambian, mutan, evolucionan, crecen.

El aplanamiento es un fenómeno natural y normal que hay que vigilar y controlar, hay muchas advertencias, lo mejor es plantearse de vez en cuando estas preguntas, tomando como ejemplo una semana: , '¿Qué hicimos en la última semana juntos? ¿Qué buenos momentos pasamos juntos? ¿Lo pasamos bien juntos la semana pasada?".

Una señal de alarma importante es, de hecho, la desaparición en la relación de los momentos en los que nos sentimos cómodos juntos y en los que hacemos cosas que nos gustan a los dos, esta sirena sonará cada vez más fuerte hasta que nos lleve a decir que no hay nada que hagamos juntos que nos guste hacer, o, peor aún, que ya ni siquiera recordemos lo que nos gustaba hacer juntos.

En estos casos es importante no rendirse y recordar que el enamoramiento puede ocurrir todos los días.

Pensemos en nosotros mismos, pensemos en hace 10 años, ¿nos consideramos igual que entonces? Definitivamente no, el tiempo y las experiencias, como mencioné antes, nos marcan y nos cambian, esto también le sucede a nuestra pareja. Y por eso es normal que en el camino acabemos siendo "diferentes" a como éramos cuando nos conocimos, y precisamente por eso hay que volver a enamorarse.

Es bien sabido que todos estamos hechos de hábitos, millones, miles de millones de hábitos que nos constituyen en el trabajo, en las compras, en el gimnasio, hasta cuando conducimos y... por supuesto, ¡hasta en las relaciones!

Sí, nuestras relaciones, queramos o no, independientemente del grado de enamoramiento o pasión, se rigen por tantos hábitos: en la forma de percibir al otro, en la forma de interactuar y responder, en la forma de intercambiar afecto, en la forma de hacer el amor, en la forma de discutir, de pelear, de organizar nuestras vidas y espacios. Y se sabe que los hábitos son grandes aliados en la gestión de la energía, pero también son el culpable número uno del aplanamiento de la vida y las relaciones. ¿Qué hacer? Recupérate del letargo y de vez en cuando intenta mirar a tu pareja desde otro punto de vista, con otros ojos. ¿Conoces el juego en el que finges que no te conoces y simulas un nuevo primer acercamiento? ¡Exactamente así!

 

 

Te preguntarás cuáles son algunas estrategias y cosas súper prácticas que puedes hacer para salir de la pasividad y reavivar tu relación amorosa.

Volvamos a hacer las mismas cosas que hacíamos al principio de la relación y que nos hacían sentir tan bien. Organicemos momentos, sorprendámonos con invitaciones y sorpresas, tomemos tiempo para estar juntos y hacer lo que nos hace sentir bien a ambos. Sí a las escapadas de fin de semana, a los balnearios, a los cines, a los conciertos, a los paseos de la mano, a las cenas cuidadosamente preparadas, a los mensajes que se dejan junto a la taza del desayuno, a los detalles preparados con mimo, cuidado y genialidad. Y es muy importante que sean cosas que sabemos que le gustan al otro.

Intenta volver a reír con tu pareja y llenar los momentos en los que estáis juntos, aunque sea de forma forzada, de buenos momentos, buenas palabras, buenos gestos.

Las palabras tienen un poder increíble, usémoslas bien, tienen el poder de herir incluso más que los gestos, así que dosifiquémoslas bien y usémoslas para sanar y amar a nuestra pareja, en lugar de ofenderla y herirla. 

Evita las peleas agotadoras, tal vez por motivos triviales, en las que dejas que las palabras salgan sin control, para luego lamentar amargamente lo dicho. Obstinarse, enfadarse, distanciarse y lanzarse a las dudas hamléticas en las que se cuestionan los afectos hacia el otro, en los momentos de crisis y distanciamiento hay que consolidar y no cuestionar.

¡No hay drama! Los pensamientos moldean nuestro futuro, así que tengamos cuidado con lo que pensamos, evitemos crear en nuestra mente hipótesis trágicas de desenlace de la relación, si no podemos tener pensamientos positivos, al menos esforcémonos por mantenerlos neutros.

A veces puede ocurrir que la falta de pasión en la pareja sea principalmente erótica.

En estos años, la disminución del deseo sexual es un problema cada vez más presente, que afecta sobre todo a las mujeres.

Las mujeres, cuando se enfrentan a problemas relacionales o a relaciones insatisfactorias desde el punto de vista afectivo, relacional y de comprensión, tienden a desconectar progresivamente el deseo y a poner en práctica verdaderas huelgas de sexo cuyo efecto principal es generar cierre y distancia.

Los hombres, por su parte, se esfuerzan por entender esta reacción (y aquí se podría escribir un libro sobre las diferencias de género y cómo experimentamos el sexo de forma diametralmente opuesta).

La extinción progresiva del deseo conduce a veces a la desaparición total del deseo de mantener relaciones sexuales. ¿Cómo hacerlo? Recordemos primero que no podemos esperar pasar de 0 a 100, tenemos que darnos metas posibles, si nuestra relación hubiera llegado a 0, tendremos que trabajar en pequeños pasos, pasos de 5 o 10, constantes y continuos, serán los más duraderos.

Comencemos por recuperar el aspecto táctil de la relación, toquemos más a nuestra pareja, tomémonos de la mano cada vez que se presente la oportunidad, démosle un pequeño masaje en los hombros, acariciemos su rostro; estos gestos no nos resultarán naturales al principio, no importa, aunque se hagan mecánicamente tendrán el poder de reactivar el componente de intimidad y "conocimiento" de los cuerpos.

Al igual que cuando empezamos a ir de nuevo al gimnasio, debemos saber que al principio será un trabajo de constancia e incluso un poco de esfuerzo, al principio los primeros acercamientos no serán espontáneos, e incluso pueden parecer un poco construidos, no importa, hagámoslos igualmente, servirán para crear nuevos hábitos positivos. 

Cuando, por el contrario, la necesidad de permanecer separados grita desde dentro con fuerza, cuando necesitamos hacer luz, calmar las aguas, tomar distancia para comprender, en ese momento una ruptura es necesaria y sólo puede hacernos bien.

No hagamos esta elección por despecho, sólo para meter al otro en problemas, no lo hagamos por venganza, no ayudará a ninguno de los dos. Separarse aunque sea por un periodo de tiempo y estar separados puede en algunos casos ayudar a encontrar/recuperar el deseo de intimidad y de vida para dos. Si hay afecto y amor en la base, entonces estar separados nos hará sentir la falta, incluso la falta física del otro, nos hará prestar atención a los momentos en que el otro falta, a cuando lo necesitamos, a cuando sentimos la necesidad de tenerlo cerca.